Las trabajadoras domésticas indígenas en zonas urbanas
En un contexto de pobreza y escasas oportunidades laborales y educativas, las mujeres indígenas jóvenes y solteras encontraron en el empleo doméstico un mecanismo para insertarse en la ciudad, aunque fuera de manera precaria. A cambio de su trabajo, tenían techo y comida y recibían un salario que les permitía contribuir a la economía en su comunidad de origen. En esta situación estaban, mayoritariamente, aquellas que no contaban en la ciudad con una red de apoyo mediante la cual resolver costos de estancia y alimentación y que se insertaban por primera vez en el mundo laboral, ya que de esta forma podían ahorrar los gastos de hospedaje y alimentación. Sin embargo, esta forma representaba un aislamiento para ellas, ya que tejer redes de amistad y solidaridad fuera del hogar donde trabajaban podía resultar complicado.
Una de las dificultades que encontraban estas mujeres \(migrantes o no\) era que el contacto para su contratación se solía realizar a través de familiares y amigas. Sin embargo, al no tener estos contactos, la búsqueda de empleo tenía muchas más dificultades porque la mayoría de las mujeres que migraban a la ciudad por primera vez no contaba con documentos o cartas de recomendación que las avalasen.
Otra de las dificultades que determinaba el trabajo de estas mujeres era que al tratarse de tareas domésticas existía el prejuicio de que ellas, por el hecho de ser mujeres, sabían realizar estas actividades de forma natural, y que no se requería ni capacitación ni preparación para ello. Sin embargo, como muestran muchos testimonios, para desarrollar labores domésticas en viviendas de una clase social y origen étnico diferente al propio, las empleadas tenían que reaprender las actividades que en algunos casos ya realizaban en sus hogares, pero que en otros resultaban nuevas. No hay que olvidar que las exigencias en el trabajo y las formas de hacer las tareas están estrechamente vinculadas a una interpretación cultural y a los patrones de consumo, lo cual implica tener que desarrollar nuevas destrezas y conocimientos e incluso, en el caso de las mujeres monolingües, el uso del español como lengua de comunicación.
Muchas veces, a esta dificultad había que añadir la de aquellas mujeres analfabetas \(en su mayoría indígenas\) que tenían que enfrentarse a diferentes problemas como no saber usar determinados aparatos eléctricos o no saber para qué eran los productos de limpieza por no poder leer las instrucciones. A ello hay que sumar, en muchos casos, la falta de conocimiento suficiente de la lengua, lo que trajo importantes repercusiones en la comunicación con la familia empleadora, así como en el desarrollo de las tareas que se realizaban fuera del hogar, como el pago de servicios en el banco o la compra de productos en el mercado, etc. Todas estas actividades de comunicación exigen un buen manejo del idioma y conocer sus códigos y normas.
Además, prácticamente todas las empleadas del hogar se incorporaban al mercado laboral a temprana edad, entre los 8 y los 16 años, lo cual obstaculizaba la igualdad real de oportunidades en el acceso a la educación y en el desarrollo de su identidad, ya que veían afectado su desarrollo físico, intelectual y emocional en un contexto laboral adverso al cual habían llegado debido a condiciones familiares desfavorables.
En el texto se dice que las mujeres...
- estaban capacitadas naturalmente para realizar las tareas domésticas.
- no necesitaban aprender el trabajo, pues ya lo hacían en sus lugares de origen.
- debían adaptarse a nuevos comportamientos y formas de realizar las labores del hogar.